Para 1984 no era yo un hombre que creía en Dios. Decía yo, a mi manera, como toda persona joven, todo cambió el 28 de septiembre de 1984, en un extraordinario escenario: El Cursillo No. 23, en Damasco Chitré.
Un Obispo nos habló durante una hora sobre esta pequeña palabra, la Fe, de la Gracia Actual.
Aún después de más de 45 Cursillos sigo preguntándome ¿Qué es la fe? ¿Qué significa creer? Es la respuesta del hombre a Dios Padre que se revela y se entrega a Él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido de su vida. (CT 26)
La fé es Gracia, es un auxilio sobrenatural interior y transitorio, con el que Dios ilumina nuestro entendimiento y fortalece nuestra voluntad para realizar actos sobrenaturales.
• Gracia—gratuito, regalo de Dios, don de Dios.
• Auxilio—intervención de Dios en nuestra vida para ayudarnos.
• Sobrenatural—no nos es debida, no podemos exigirla.
• Transitorio—no es permanente.
• Ilumina—es una luz interior que da a conocer a nuestro entendimiento lo que nos conduce a
nuestra salvación y santificación.
• Fortalece—ayuda a nuestra voluntad a querer y realizar lo que es necesario o útil para nuestra
salvación (Esquemas de Cursillos de Cristiandad).
Durante 35 años, creí tener una vida de fe sólida, firme, acompañada de la palabra de Dios, de la Eucaristía, sentí muchas veces que Dios me concedía su gracia, al final de la tarde, meditaba y caía en la conclusión de que todo la que había realizado durante el día, sólo sería posible por la gracia de Dios.
De repente la vida cambio, una enfermedad terminal, lo cambio todo. Escuchas a familiares, amigos, hermanos en la fe, todos coinciden en la fe y en la oración a Dios, para Él, nada es imposible, comentamos todos, hay que confiar en Dios. Yo tengo fe, yo confió en Dios, en su palabra, dediqué en todo este tiempo.
Totalmente a la oración, puse mi confianza en el Señor y en nuestra Madre María, pedía un milagro y nunca llegó. Eran tantas mis oraciones que pensaba que estaba abrumando a Dios, un día escribí a Monseñor Faustino, dígame hermano como orar a Dios, su respuesta fue el Padre Nuestro. Hágase tu voluntad y líbrame del mal, ahí está todo. ¿Qué pasó con mi fe?, ¿No era tan fuerte?, ¿No era yo merecedor de un Milagro?, ¿En que falle? Algunos imprudentes me dirán: te faltó fe. Me faltó aceptar la voluntad de Dios.
En la Peregrinación Virtual a Tierra Santa escuchando leer El Evangelio al Padre Juan María Solana, en la Sagrada Eucarística, Capitulo 1 versículo 38: Dijo María: “YO SOY LA SERVIDORA DEL Señor, que haga en mí lo que has dicho.” Después de estas palabras el Ángel se retiró.
Aquí encontré la diferencia, así como en el Padre Nuestro decimos hágase tu voluntad, lo decimos sin desearlo, lo que deseamos es que se haga mi voluntad. Muchas veces le recordaba al Señor, sus palabras:
· Toquen a la puerta y se les abrirá,
· Busquen y encontrarán,
· Pidan y se les dará,
· Lo que pidan a mi Padre en mi nombre, él se los concederá.
Nunca dudemos de la palabra de Dios, seamos como Nuestra Madre María: Aquí estoy Señor, hágase en mí según tu palabra. Dios lo planeo, Dios lo realizo. El Ángel da a la Virgen una señal, pero es Dios quien lo realiza, porque para Él nada es imposible. La Virgen puso todo en las manos de Dios, dejó que se hiciera la voluntad de Dios, obedeció a Dios y nos deja dos grandes enseñanzas:
1. Dejar todo en las manos de Dios, abandónate en el Señor
2. Colabora con tu vida, no quieras tú enseñar a Dios, no les des ordenes, sométete a Dios con toda tu persona, con todo tu ser, con tu pasado, con tu presente, con tu futuro, y que Dios haga lo que él quiera.
AQUÍ ESTOY SEÑOR PARA HACER TU VOLUNTAD
Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, que haga en mi lo que has dicho” Lc. 1,38