La mayoría de los padres primerizos, no saben cómo iniciar esa labor de evangelización en el calor del hogar, ya sea con los hijos, nietos o sobrinos.
Aquí les comparto un cuento que escribí hace 11 años cuando nació mi nieta, titulado: La Hermosa Florecita Jennylis
Entre las maravillas que formó Jesús, hizo un hermoso y gran jardín para su madre, la Virgen María. Ahí vivían todas las flores y en ese jardín había una hermosa y pequeña florecita llamada Jennylis. Esa bella florecita era muy feliz en el jardín, porque vivía con su mamá y papá. En aquel lugar podía jugar, cantar, bailar, reír y suspirar todo el día con sus amiguitas: Rosita, Margarita, Petunia y su gran amigo el sapito Buú, que vivía en la pequeña laguna junto al jardín.
Sus padres le habían dicho a la florecita Jennylis, que sólo podía jugar cuando el hermano Sol estuviera alumbrando el jardín. Y cuando llegara la hermana Luna debería ir a dormir, para que al día siguiente estuviera bella, fresca y alegre; y pudiera adornar el hermoso jardín de la Madre de Dios, que era su hogar.
Algunas veces llegaban niños a jugar y a deleitarse con las bellas flores que vivían ahí, por eso debería descansar cuando la hermana Luna llegaba al jardín. Sin embargo, la florecita Jennylis quería seguir jugando con su amiguito el sapito Buú, a pesar de que llegó la hermana Luna continuaron jugando alegres y con grandes risas. Jugaron tanto y tanto que al día siguiente cuando llegó el hermano sol y alumbró el jardín; la florecita JENNYLIS estaba tan cansada y con mucho sueño que no podía mantener la belleza, la frescura y la alegría de una flor, que aunque pequeña debía tener. La florecita Jennylis no sabía que ese día vendrían los Ángeles del Cielo a contemplar el hermoso jardín de la Virgen María.
Sus amiguitas Rosita, Margarita y Petunia estaban radiantes y frescas porque ellas sí habían dormido cuando llegó la hermana Luna. Pero la florecita Jennylis estaba tan, tan cansada de jugar que entristeció al resto del jardín. Los padres de la pequeña florecita JEN-
NYLIS la cargaron, le dieron muchos besos y abrazos y le dijeron que tenía que obedecer, portarse bien y que cada vez que llegara la hermana Luna, ella debería ir a descansar, porque la Bella Virgencita María la quería hermosa y fresca.
Para que su adorado hijo Jesús regalara al mundo la belleza de las flores, como símbolo de amor y paz.