Escribir sobre la oración en mi vida me pareció de momento algo sencillo para compartir, sin embargo cuando pienso cómo ha sido mi experiencia orante, me doy cuenta que tengo tanto que decir que resultaría muy largo. Voy a describir brevemente mi testimonio de la oración en mi vida. Desde muy niña hacía el rosario con mi tía quién fue como mi madre. Ella me inculcó esta devoción y hasta el día de hoy como adulta mayor, el rosario es para mí la forma más hermosa y real de comunicación con Jesús y nuestra madre, la Virgen Santísima. Mi oración con el rosario ha sido una fuente de consuelo, refugio, esperanza, fe y amor, no solo en los momentos tranquilos, sino también en los momentos de grandes dificultades.
Mi vida de oración no se limita solo al rosario, pertenezco a un grupo de oración por más de 26 años y aunque me alejé por un tiempo, regreso porque allí encuentro la realización de las palabras de Jesús, “donde 2 o 3 se reúnen en mi nombre, allí estoy Yo”. En ese grupo, he profundizado más en las enseñanzas de las Sagradas Escrituras mediante la meditación de los diversos textos que compartimos. Nuestra oración comprende alabanzas, cantos, peticiones, interseción por tantas necesidades de la comunidad, del mundo, de nuestras familias, de la iglesia y su jerarquía, los sacerdotes, en fin todo lo que a diario vivimos, no solo a manera individual, sino también a nivel de la humanidad. Tengo una comunidad de hermanos con quienes he compartido lo bueno y lo malo de nuestras vidas. Hemos visto al Señor actuar tantas veces que sería imposible escribirlo aquí.
Estoy convencida que la oración es la forma más expedita que tengo en mi relación con Dios, y en eso mi piedad como parte del trípode cristiano, se mantiene fuerte la mayor de las veces. Sin embargo, también he tenido momentos de sequedad, de falta de deseos de orar, y en algunas ocasiones me he debilitado en la oración diaria y cuando eso me sucede siento que me falta algo, como si una parte de mi ser no estuviera. Dios en su infinito amor me ayuda a regresar, a tomar el camino de la oración para seguir junto a Él, para ayudarme a cobrar fuerzas, imprimir mi voluntad de perseverancia y así es que sigo en la misión que Dios ha escogido para esta hija suya. Estoy convencida de que la mejor forma en que puedo ayudar a otras personas es orando por sus necesidades, por sus angustias, por sus familias, por los enfermos, por los moribundos y sobre todo por la salvación de quienes no creen.
Orar por mi familia es la oración que no puede faltar. En mi familia, como en toda familia, hay situaciones difíciles, que solo suplicando a Dios con humildad y esperando en Él se puede seguir adelante. He recibido respuesta a través de los pequeños y grandes milagros y que muchas veces me han sorprendido y maravillado al constatar el gran amor que Dios nos tiene. Todavía tengo un camino por recorrer, me falta seguir orando por tantas situaciones, orar por mi propia conversión para ser la cristiana que Dios espera de mí y de los míos. La fe y la oración confiada me permitirán llegar a la meta deseada por Él.