En la edición de la revista Encuentro del tercer trimestre de 1998, las palabras de Claudio De Castro, autor prolífico hoy de varios libros cortos, comentaba la historia de una persona y niñas que servían a Dios, junto a las hermanitas Misioneras de la Caridad atendiendo a los más abandonados, sobre todo adultos mayores.
Un día en que una de las monjitas estaba rezando para que llegara alguien a ayudarla con la higiene de una ancianita, se presentó Peggy. Para la hermana, esta era la persona que Dios enviaba, pero ante la solicitud de ayuda y el cuadro semioscuro de la habitación, sintió miedo. Temor a ayudar a aquel saco de huesos, pero al fin logró vencerlo y después, todo se iluminó. Creo poder ver la sonrisa de aquella ancianita por el amor recibido y dado irradiando la luz amorosa del agradecimiento y también reflejándose la luz en el corazón de Peggy y la hermana.
Hoy día, la pandemia a veces le ha provocado sentimientos de incertidumbre y miedo a mi humanidad frágil pero el recuerdo de la respuesta del soldado en la trinchera cuando su sargento le preguntó ¿Tienes miedo? Y su categórico “si tengo miedo, pero estoy en mi puesto”, me hace reflexionar y tomar mi puesto.
Cuántos sacerdotes, doctores, enfermeras y laicos están venciendo el miedo y atendiendo a enfermos, viejitos y viejitas abandonados en circunstancias muy precarias. He visto a Elia, señora de 70 años valientemente visitando personas muy vulnerables para llevarles ayuda o incidir ante las autoridades para que les den la atención requerida.
He sido testigo de que el miedo nos puede llegar y hasta acompañado de impotencia o angustia, pero mi reflexión es si puedo o no quedarme paralizado ante la realidad o como dice el evangelio del domingo 25 de octubre, cual es el mandamiento más importante, sino el de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
Por ello, el amor puede ser más grande que el miedo. Lo fue para Jesús mientras estaba en el Huerto de los Olivos y en su camino a la cruz. ¿Puede el amor vencer al miedo? Si logramos vencerlo por fuerza de voluntad, tiene algo de valor, pero pienso que reflexionando el hacerlo por amor, como decía una doctora española de solamente 26 años, se puede estar tranquilo y ponerse en manos de Dios. Él nos da la paz para cumplir con nuestro deber por amor. Esto puede hacer una gran diferencia.