Encíclica «Fratelli Tutti» (Hermanos Todos), Papa Francisco
Firma de la carta encíclica Fratelli tuttti sobre la tumba de San Francisco de Asís
La fraternidad y la amistad social son las vías indicadas por el Pontífice para construir un mundo mejor, más justo y pacífico, con el compromiso de todos: pueblo e instituciones. Reafirmado con fuerza el no a la guerra y la globalización de la indiferencia.
Esta encíclica desea responder a la siguiente pregunta:
· ¿Cuáles son los grandes ideales, pero también los caminos concretos a recorrer para quienes quieren construir un mundo más justo y fraterno en:
ü sus relaciones cotidianas,
ü en la vida social,
ü en la política y
ü en las instituciones?
Esta es la pregunta a la que pretende responder, principalmente “Fratelli tutti”: el Papa la define como una “Encíclica social” que toma su título de las “Admoniciones” de san Francisco de Asís, que usó esas palabras “para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”.
El Poverello “no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios”, escribe el Papa, y “fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna”. La Encíclica pretende promover una aspiración mundial a la fraternidad y la amistad social. (Significado de Poverello: lo que despierta la compasión y la caridad).
A partir de una pertenencia común a la familia humana, del hecho de reconocernos como hermanos porque somos hijos de un solo Creador, todos en la misma barca y por tanto necesitados de tomar conciencia de que en un mundo globalizado e interconectado sólo podemos salvarnos juntos. Un motivo inspirador citado varias veces es el Documento sobre la Fraternidad humana firmado por Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar en febrero de 2019.
La fraternidad debe promoverse no sólo con palabras, sino con hechos. Hechos que se concreten en la “mejor política”, aquella que no está sujeta a los intereses de las finanzas, sino al servicio del bien común, capaz de poner en el centro la dignidad de cada ser humano y asegurar el trabajo a todos, para que cada uno pueda desarrollar sus propias capacidades. Una política que, sepa encontrar soluciones a lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales y que esté dirigida a eliminar definitivamente el hambre y la trata.
También, el Papa Francisco subraya, que un mundo más justo se logra promoviendo la paz, que no es sólo la ausencia de guerra, sino una verdadera obra “artesanal” que implica a todos. Ligadas a la verdad, la paz y la reconciliación deben ser “proactivas”, apuntando a la justicia a través del diálogo, en nombre del desarrollo recíproco. De ahí deriva la condena del Pontífice a la guerra, “negación de todos los derechos” y que ya no es concebible, ni siquiera en una hipotética forma “justa”, porque las armas nucleares, químicas y biológicas tienen enormes repercusiones en los civiles inocentes.
En el trasfondo de la Encíclica está la pandemia de Covid-19 que – revela Francisco – “cuando estaba redactando esta carta, irrumpió de manera inesperada”. Pero la emergencia sanitaria mundial ha servido para demostrar que “nadie se salva solo” y que ha llegado el momento de que “soñemos como una única humanidad” en la que somos “todos hermanos”.
Otros elementos incluidos en la encíclica son los siguientes:
· Los problemas globales requieren una acción global, no a la “cultura de los muros”,
· El amor construye puentes: el ejemplo del buen samaritano,
· Los derechos no tienen fronteras, es necesaria la ética en las relaciones internacionales,
· Migrantes: gobernanza mundial para proyectos a largo plazo,
· La política, una de las formas más preciosas de la caridad,
· El mercado por sí solo no lo resuelve todo. Es necesaria la reforma de la ONU,
· El milagro de la bondad,
· El arte de la paz y la importancia del perdón,
· ¡Nunca más la guerra, fracaso de la humanidad!,
· La pena de muerte es inadmisible, debería abolirse en todo el mundo,
· Garantizar la libertad religiosa, derecho humano fundamental,
· El Beato Carlos de Foucald, “el hermano universal”.
Oración al Creador al final de la encíclica (Primera oración)
Señor y Padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal. Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.
Que nuestro corazón se abra a todos los pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas. Amén.
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